What would it mean to apply ‘harm reduction’ strategies like those used with drug users to the forgotten victims of the war on drugs — drug producers?

Drug use is widely recognised as a public health issue, and so-called ‘harm reduction’ approaches seek to lessen the health impacts of drug consumption. Yet there is no comparable strategy to tackle the considerable health effects of drug production.

New research by Lina Pinto-García and Javier Lezaun, published open-access in Global Public Health, explores this issue in the context of Catatumbo, a region in north-eastern Colombia where coca farmers (cocaleros) and coca leaf pickers (raspachines) face multiple health risks —frequent exposure to toxic chemicals, higher prevalence of insect-borne diseases, and the mental health consequences of violence, hardship and sexual exploitation. All of these health risks are compounded by poor access to healthcare.

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Canoes on the Tibú River in Catatumbo, Colombia. Photo by Juan Camilo Montoya Díaz.

An estimated 230,000 Colombian families rely on coca production as their primary source of income. To understand the challenges these families face, researchers conducted interviews with public health officials, humanitarian workers, and former members of armed groups, and analysed ethnographic data gathered in Catatumbo — a region along the Venezuelan border long afflicted by conflict and known for producing the majority of Colombia’s coca leaf.

Taking inspiration from the success of harm reduction polices in addressing the needs of drug users, Pinto-García and Lezaun outline a more compassionate approach to the health needs of drug producers. Javier Lezaun, Director of the Institute for Science, Innovation and Society (InSIS) and co-author of the paper, said:

“Extending harm reduction principles to coca growers and coca leaf pickers means suspending moral judgement, and the attitudes that lead to the criminalisation and stigmatisation of these individuals. It means understanding their unique health challenges and how they can be practically addressed – not least by empowering these actors to better articulate their collective health needs. In territories like Catatumbo, where state institutions have a very limited presence, no solution should be implemented without the participation of the community.”

This research is part of Diseased Landscapes/Paisajes Enfermizos, a British Academy-funded project that explores how the nexus between agrarian extractivism and armed conflict affects human and environmental health. 

Read the research in full

 

¿Qué significaría aplicar las estrategias de “reducción de daño”, empleadas para personas que consumen drogas, a los productores de drogas, víctimas olvidadas de la guerra contra las drogas?

El consumo de drogas es ampliamente reconocido como un problema de salud pública, cuyos impactos suelen abordarse mediante un enfoque de “reducción de daño”. Sin embargo, no se ha desarrollado una estrategia comparable para manejar los efectos en la salud asociados a la producción de drogas.

Una nueva investigación de Lina Pinto-García y Javier Lezaun, publicada en acceso abierto en Global Public Health, explora esta cuestión en el contexto del Catatumbo, Colombia. Allí, los cultivadores y cosechadores de hoja de coca enfrentan múltiples riesgos de salud, incluyendo exposición a sustancias químicas tóxicas, enfermedades transmitidas por insectos y problemas de salud mental derivados de la violencia, la precariedad y la explotación sexual. Estos riesgos se ven agravados por el escaso acceso a servicios de salud.

Se estima que unas 230.000 familias colombianas dependen de la producción de coca como su principal fuente de ingresos. Para comprender los desafíos que enfrentan estas familias, los investigadores realizaron entrevistas con funcionarios de salud pública, trabajadores humanitarios, y excombatientes de grupos armados, y analizaron también datos etnográficos recopilados en el Catatumbo: una región fronteriza con Venezuela, conocida por producir la mayor parte de la hoja de coca de Colombia.

Inspirándose en el éxito de las políticas de reducción de daños orientadas a las personas que consumen drogas, Pinto-García y Lezaun proponen un enfoque más compasivo hacia las necesidades de salud de los productores de drogas. Javier Lezaun, director del Instituto de Ciencia, Innovación y Sociedad (InSIS) y coautor del artículo, afirmó:

“Extender el modelo de ‘reducción de daño’ a cultivadores de coca y a raspachines implica suspender el juicio moral, y las actitudes que conducen a la criminalización y estigmatización de estas personas. Implica comprender sus desafíos específicos en materia de salud y cómo pueden abordarse de manera práctica – en parte facilitando una definición colectiva de sus necesidades de salud. En territorios como el Catatumbo, ninguna solución debe implementarse sin la participación de la comunidad.”

Esta investigación forma parte de Paisajes Enfermizos, un proyecto financiado por la British Academy que explora cómo el nexo entre el extractivismo agrario y el conflicto armado afecta la salud humana y ambiental.

Lea la investigación completa aquí.